martes, 31 de enero de 2012

Kittinger y su gran salto

La semana pasada, para nuestra serie "Aventureros", los de 1º ESO investigaron sobre Joseph Kittinger, un aviador estadounidense que ostenta un record mundial en salto de altura difícil de superar, ya veréis. 
Esta vez las redacciones tenían que ser un poco más originales: en forma de carta o de entrevista, narradas en 1ª persona, etc. En esas estábamos cuando hemos descubierto que el protagonista de esta historia tiene una hija en Monreal, a la que ha escrito recientemente. A nuestras manos ha llegado la carta que Sonia, de 1ºESO-B, se ha encargado de recuperar: 

Tampa (Florida), 21 de enero de 2012

Hola, hija:
¿Qué tal? Yo bien, como siempre. Me acabo de dar cuenta de que hace mucho tiempo que no hablamos y como no tengo teléfono y tú vives en España y yo en Florida, he pensado hacerte esta carta. ¡ay, qué digo hacerte, escribirte esta carta! ¡Cómo sientan de mal los años...! Que no te creas que nací así, pues cuando yo tuve 39 años (yo también he sido joven) hice un salto inolvidable. Creo que ya te lo he contado o lo has visto en la tele, pero aún así te lo cuento. El 16 de agosto de 1960 realicé un salto en un globo que fue lanzado desde una pista abandonada cerca de Tularosa, al nordeste de la base de la fuerza aérea Haloman, en Nuevo México, a las 5:29 a.m. Mira si tuve que madrugar, tenía una pereza... Pero habia que levantarse.
Salté unos 31 km. y tardé en la caída libre 4 minutos y 36 segundos; subir me costó mucho tiempo, pero luego, bajar, poquísimo. Me asusté dos veces: una porque en una de las capas superiores de la atmósfera, en la que no hay corriente (estratosfera), pensé durante un minuto o así que me había quedado suspendido, hasta que al final me dí cuenta de que me volvían a pitar los oídos, y eso quería decir que seguía cayendo. Y dos, porque la primera vez que tiré del paracaídas para abrirlo no se abría, aunque finalmente se abrió.
La temperatura era muy baja, 94ºC bajo cero, pero no me importaba mucho porque, en ese momento lo único que de verdad importaba era caer sano y salvo. Al final caí aterrizando en pleno desierto. Como te imaginarás, acabé mareado y con una hinchazón. Pero... ¡acabé vivo! Te preguntarás para qué lo hice; pues está claro, para ser el primero.
Te sigo contando: cuando pasaron unos minutos después del aterrizaje me encendí un cigarrillo, que antes no estaban tan caros como ahora-, y eso es toda la historia. Espero que cuando crezcan mis nietos y yo no esté aquí, -a lo mejor tengo suerte y sí-, les cuentes esta historia tan bonita, para que sepan lo guay que era su abuelo. 
Besos, a ver cuándo nos vemos.

Joseph.

PD: Te he dejado unas fotos de mi descenso y ascenso en esta increíble historia.

3 comentarios:

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